
Los hermanos Grimm y...

... sus "cuentos infantiles y de hogar"
Desde finales del pasado año y durante todo el 2013 son cuantiosos los actos que se vienen celebrando en torno a los Hermanos Grimm, de quienes se conmemora el bicentenario de la aparición de la primera edición de los Cuentos infantiles y del hogar. Jacob y Wilhelm Grimm, hijos del jurista Philipp Wilhelm Grimm, el primero nacido en 1785 en Hanau, cerca de Frankfurt, y el segundo un año después, también en la misma población, compartieron inquietudes tanto en estudios como en trabajo. Los dos estudiaron Derecho y se dedicaron a la enseñanza. De igual manera, ambos se entregaron por entero al estudio de la lengua y la literatura. Si en algunas de sus inquietudes los Grimm mostraron gustos similares, en aspecto físico, en carácter y en cualidades se mostraron bien distintos. Pues Jacob, según retratos y dibujos de la época, se nos presenta delgado. Fue filólogo y hombre de letras, persona vehemente por acopiar saber. Destacó como editor, traductor e investigador tenaz. Ejerció como jurista y bibliotecario del rey de Westfalia y también como profesor de historia medieval en Gotinga. A él se deben la recuperación del olvido de cuantiosos textos antiguos, además de traducciones y adaptaciones de obras como la epopeya del siglo XIII islandesa Edda. Además redactó una gramática alemana y puso en marcha un monumental diccionario que nunca llegó a terminar. Sin embargo, a su hermano Wilhelm, lo vemos como un hombre corpulento y frágil de salud. Interesado de manera especial por los aspectos literarios y en cuidar el depurado estilo oral de los textos en los que intervino.
Visto el perfil, tanto físico como intelectual de los hermanos Grimm, podemos afirmar que uno y otro, por su talento, por su conjunción e inclinaciones lograron complementarse de tal modo que sus trabajos filológicos de recopilación y análisis de la tradición oral, siempre impecables, la calidad literaria de la versión de sus cuentos y la sobriedad y sencillez con que describen y muestran sus textos es única. A los Grimm les debemos además de su encomiable e inmensa labor de recuperación, ejercida dentro del más puro romanticismo filológico, su apasionado interés por transcribir y redactar aquellos relatos orales, aquellas tradiciones, mitos y leyendas contadas por anónimos personajes ancianos con el único anhelo de que perdurasen en la memoria de las gentes. Gracias a estos eruditos, el acervo cultural popular quedó a buen recaudo, está salvado. Hoy podemos imaginar a un Jacob y a su hermano Wilhelm surcando campos, recorriendo caminos y veredas hasta concluir sus itinerarios en aldeas de leñadores, en casas perdidas en el bosque, en cabañas de pastores. Ahora, gracias a aquellos románticos y adustos personajes, entregados en su afán de recuperar la tradición oral y acumular sabiduría popular para plasmarla en sus escritos con el fin de donárnosla como herencia de un pasado, podemos conocer la grandeza y riqueza de la narración oral tradicional. A los Grimm debemos gran parte de nuestras fantasías, de nuestras ilusiones y fascinaciones al adentrarnos en sus cuentos en los que sus inmortales protagonistas son Caperucita, Blancanieves, Barba Azul, Cenicienta, Pulgarcito, la Bella Durmiente, Juan de Hierro y tantos otros. Salvo los relatos de Las mil y una noches, ninguna otra colección de cuentos es tan conocida y popular en el mundo como la de los Hermanos Grimm. A ellos, Alemania y numerosos países dedican actos conmemorativos del referido bicentenario.©
Francisco Vicent Galdón
Colaborador de la revista Crítica - Arte -.

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