Trash, ladrones de esperanza

Dun director como Daldry sólo se puede esperar lo mejor, aunque no sea muy apreciado por los críticos, quizá por su estilo académico, clásico dirían algunos, que en estos tiempos se cotiza a la baja. Pero para los desmemoriados cabe recordar que suyas son dos películas tan inolvidables como valiosas como “Las Horas” y “El Lector!”, que sea casualidad o causalidad tienen como protagonistas a mujeres y hombres en situaciones críticas. En “Trash” cambia totalmente de registro sino emocional sí ambiental y temporal. Como un periodista con cámara y conciencia, como un cineasta de las cinematografías periféricas, comprometido con su realidad, Daldry se traslada emocionalmente y físicamente a Brasil, a ese territorio donde sólo hay una única ley: la de la supervivencia y la humanidad también, aunque pocas veces se nombra. Dicho de otra manera: su territorio cinematográfico son las favelas bajo una perspectiva tan distinta, a alguno le puede parecer despreocupada, como interesante.
Exodus, Dioses y Reyes

Cuando la televisión irrumpió como espectáculo de masas, allá a finales de los años 50, Hollywood, siempre astuto, optó por superproducciones biblícas tan aparentes como “Ben Hur”, “Los diez mandamientos”, “Rey de Reyes” y demás producciones tan aparentemente visuales como de contenido amable. Ahora, no son las mismas circunstancias, pero es cierto que algunos cineastas, los más ambiciosos desde el punto de vista comercial e incluso artístico, vuelven a esas fuentes, beneficiándose de los progresos tecnológicos. Sucedió hace unos meses con “Noe”, dirigida por Darren Aronosky, uno de los cineastas más estimulantes desde el punto de vista visual que, sin embargo, naufragó en su propuesta.
La isla mínima

Apesar de ser tan vapuleado con subidas del IVA, el cine español responde a las contrariedades con talento, que lo hay, aunque a algunos por razones ideológicas les cueste no ya reconocerlo, ni siquiera tomarlo en consideración. En correspondencia, nuestra cinematografía contesta a veces con un puñetazo en la mesa. Es lo que ocurre con “La isla mínima” cuyo director aparentemente no es de postín pero que siempre ha procurado a los espectadores películas honestas, sin darse importancia pero importantes, que casi nunca están en las quinielas de los Goya. Este sujeto, al que es de esperar que este año se le dé lo que le pertenece: la denominación de director de altura, llama Alberto Rodríguez. No le recordarán por su nombre, pero a lo mejor por algunas de sus películas como “Grupo 7” o “Siete vírgenes” y no se les olvidará por la película que ahora presenta: “La isla mínima”, saludada en San Sebastián como una de las películas españolas del año y puede que de muchos.
Boyhood

De Linklater sólo se pueden decir cosas buenas aunque no sea un director que habitualmente se nombre como un mantra como uno de los grandes cineastas de los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI. Suyas son tres pequeñas joyas unidas en una trilogía (“Antes del amanecer”, “Antes del atardecer”, “Antes del anochecer”) sobre la relación de una pareja –desde el enamoramiento anticipatorio hasta la consumación, y consumición de ese amor- y el paso directo. Sin ser heredera directa, “Bollos” tiene mucha de ellas. Para empezar su aliento de atrapar la vida sin aditivos ni edulcorantes, para terminar, que no es baladí, uno de sus cómplices: el actor Ethan Hawke, que también ha colaborado en los guiones, algo nada habitual en el cine, ni en el teatro, donde los campos entre el director y los actores están delimitados. Aquí no.
El sueño de Ellis

Presentada en el festival de cine de Cannes. “El sueño de Ellis” es una cinta convencional en el mejor sentido de la palabra, ya que su director, James Gray, no ha querido hacer ningún ejercicio de estilo y ha pergeñado una película con una estructura narrativa y una puesta en escena clásica. El argumento es un dramón académico en el sentido de que la protagonista acumula contrariedad tras contrariedad para ejercer finalmente un ejercicio de supervivencia. El título hace referencia a un lugar geográfico y emocional: la isla de Ellis, el primer territorio estadounidense que los emigrantes pisaban antes de intentar lograr el sueño americano. Allí daba comienzo un sueño que podía traducirse fácilmente en pesadilla a poco de que se tuviese mala suerte. Eso es lo que le ocurre a la protagonista, Ewa, una polaca que llega a EEUU en compañía de su hermana, a la que recluyen a causa de la tuberculosis. Ewa, de origen polaco, conocerá la cara más cruel de Nueva York. Sola y prácticamente sin saber el idioma, se convierte en prostituta hasta que conoce el amor, mejor dicho el mal amor, con Bruno.