
Las bodas de Francisco

Me pareció fascinante que el Papa Francisco presidiera la celebración de veinte matrimonios en San Pedro, venidos de los suburbios romanos, es decir de las periferias de su diócesis, porque sobre todo Francisco es obispo de Roma. Sea dicho para que los obispos tomen candela.
Pensemos despacio en este curioso, esto sí, acontecimiento civil y religioso. En general, los eclesiásticos, tanto da seculares como regulares, ponemos sumo cuidado en no saltarnos las normas establecidas y todavía más en intentar que en las cúpulas no puedan sospechar que rozamos los límites preestablecidos. De esta manera, nos evitamos cualquier situación problemática, sobre todo si anda por en medio alguna mediación parroquial. Claro está que, en general sabemos que esta actitud a quien perjudica no será a nosotros pero sí al Pueblo de Dios que tenemos confiado: nuestra prudencia es su impotencia. Y en esto de los matrimonios, últimamente andamos de un estrecho subido.
Claro está que el Papa es el Papa, y es de suponer que nadie le rechiste. Pero el hecho es que Francisco, al celebrar en San Pedro este conjunto de síes matrimoniales, ha viajado a sus propios límites en un gesto de tremenda humanidad, si bien se han respetado todas las normativas vigentes. Incluso Gabriella, nada menos que de 56 años, se casó con Guido, de 49, teniendo a su lado a su propia hija, sin que nadie se ruborizara. Originalidad de la situación: Gabriella fue madre soltera. Me dirán los lectores/ as que a estas horas este detalle ya pasa desapercibido, pero recuerdo que hablamos de un matrimonio por la Iglesia y presidido por el Papa de Roma, en su propia sede y ante el entero mundo.
¿Se imaginan Uds. la satisfacción de los cónyuges al vivir seguramente uno de los sueños de sus vidas? ¿Somos capaces de hacernos cargo de los comentarios eclesiásticos que este acto habrá provocado, aumentando así las críticas de los que son más papistas que el mismísimo Papa? Pero sobre todo, estamos ante un acontecimiento pedagógico de altos vuelos, porque lo que ha hecho el Papa lo pueden hacer todos los párrocos del mundo sin miedo a los límites normativos. Y mucha gente botaría de alegría al percibir la cercanía de los eclesiásticos de turno, fueran seculares o regulares, que para el caso tanto da. La alegría de la gente. La misericordia del Señor Jesús. Bodas en Caná. El agua hecha vino. Porque las cosas van por ahí.
El Guggenheim del amor matrimonial muchas veces resulta mortecino y en absoluto refulgente por falta de sol que lance su luz sobre sus láminas maravillosas. El matrimonio cristiano padece exactamente idéntica tristeza desde el punto de vista eclesial: no le iluminamos con la luz de la alegría, la misericordia, hasta negar el asunto de Caná. El papa Francisco, con su decisión, se ha convertido en sol fascinante, de tal manera que el mundo entero ha contemplado la grandeza del matrimonio por la Iglesia cuando se le aborda de manera alternativa. Dejándonos de medidas impertinentes, solamente fruto de una prudencia envejecida por el miedo a las cúpulas. Acabo: sin amor sacerdotal del bueno y verdadero, nuestro Guggenheim declina y acaba en una realidad enfermiza… a la que más tarde golpeamos sin piedad. Qué tipo tan excelente es este personaje del Vaticano.©
Norberto Alcover
Colaborador de la revista Crítica - Cultura y fe: titanio reluciente -.

La inteligencia humana
¿Qué nos convierte en una especie inteligente? ¿Qué serie de procesos han desembocado en ello? Porque se ha puesto de manifiesto de forma repetida cuáles son las diferentes inteligencias: la interpersonal/ intrapersonal, musical, espacial, lingüística, lógica matemática, naturalista y corporal cinestésica, CRÍTICA, en éste número atraviesa la barrera de su enumeración y definición para comprender qué suponen realmente y el valor del equilibrio entre todas ellas. Acompáñenos a un viaje al interior de nuestro cerebro, responsable de todas las manifestaciones humanas.
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