
Una invitación mística

Hacía años que no hablaba con él y desconocía su conocimiento abrumador de la cultura del Carmelo, una de las mayores y más creíbles fuentes de espiritualidad en la Iglesia y hasta de la sociedad civil, con Teresa de Jesús y Juan de la Cruz a la cabeza. Hasta que hace algunas semanas se puso en contacto conmigo para ver si me apetecía presentar el último de sus libros, titulado De luz y de sombra, a la luz del encuentro con Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, editado por Monte Carmelo, una editorial en franca revolución en fondo y forma. Respondí con un sí rotundo, como amigo y como persona preocupado por las diferentes sensibilidades frente al misterio que se dan en la Iglesia Católica y en este mundo que añora al Dios perdido entre las brumas de la inmanencia más frívola y menguante.
Escribo del andaluz Fernando Donaire, quien a sus textos sobre sus maestros espirituales, pues es carmelita descalzo, une sus títulos de comunicación y periodismo, además de dirigir en este momento el Colegio Virgen del Carmen en Córdoba. Un tipo algo renacentista por la acumulación de saberes y, sobre todo, un humanista. Y la lectura de la obra me ha recordado que todos nosotros, como bautizados o sencillos ciudadanos, estamos integrados en un dinamismo místico que nos obliga a recorrer un camino semejante, que nunca exactamente igual, al de Teresa y Juan, una en pos de Jesús y otro tras la experiencia de la Cruz.
Lo más relevante de la obra surge del encuentro personal del autor con ambos protagonistas y sus relativas orientaciones como escritores místicos. Pero es que cuando Donaire escribe místico me refiero a todo aquel que ha recorrido un camino que le descentra por completo y le centra en el misterio en cuanto misterio, le llamamos Jesús o le llamamos Cruz. Estamos, por lo tanto, ante dos senderos que conducen hasta la Trascendencia, pero desde lo cotidiano de la vida misma, en gozo y en supremo dolor: "Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste sin gemido...", son las palabras en que mejor se resume la inevitable distancia que sufre el místico en su persecución del misterio último de Dios en Jesús y en la Cruz.
Mientras este análisis/encuentro avanza, una ficción, fundada en datos reales, se entrecruza con frecuencia para llevarnos de la mano a los concretos caminos y vericuetos de los dos santos en plan de biografía poética, con una calidad literaria que nos trasmite, con enorme sencillez, las eventualidades de los momentos más relevantes de Teresa y de Juan. En este sentido, recomiendo muy de veras el texto de las páginas 75 a la 77, de una poética gravedad que contiene, ya en sí misma, todo el colorido de una escena cinematográfica. Vemos lo que está escrito. Percibimos su aura. Y la historia cambia. Puede que nuestra historia.
Pero deseo cerrar estas líneas de un monumento tan luminoso como De luz y de sombra, con el titanio que le confiere oculto y no menos esplendoroso sentido: la urgente llamada al silencio como camino del camino hacia lo trascedente: "A Fray Juan le pidieron que describiera a Dios... y él guardó silencio. Y él guardó silencio... Pasando un tiempo Fray Juan levanto los ojos y miró a la monja (que le había interpelado). No sé, le dijo. Y el silencio volvió a llenar la sala" (página 143). Puede que al acabar la lectura del libro, que tanto me impresionara, yo mismo me dije que el hablar demasiado y el definirlo todo con absoluta suficiencia, es lo que nos machaca la cultura contemporánea. Estamos huérfanos de silencio, de aceptación de lo misterioso. En fin.
Si se animan, lean esta delicia para que la proyección de tal lectura sobre las páginas del titanio, las vuelva reluciente y alcance el corazón propio y ajeno. Gracias, Fernando.©
Norberto Alcover
Colaborador de la revista Crítica - Cultura y fe -.

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