
Jóvenes y... ¿adultos?

Para acabar el año, en la última semana y en dos días seguidos, viví una curiosa experiencia a través de dos obras y sobre todo, de sus autores
Ramon Vinyes i Cluet (1882-1952). Nacido en Berga, muerto en Barcelona y "vivido", la mayor parte de su vida en Barranquilla (Colombia). Todos sus datos biográficos señalan, antes de hablar de su obra, que sirvió de modelo para el personaje de "el sabio catalán" en Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Albert Espinosa i Puig (1974).Nació en Barcelona y está no solamente vivo sino enormemente vital, como se recoge en las múltiples entrevistas que se le han hecho en diversos canales televisivos de toda España y que aún cuelgan en la red. Guionista, autor teatral, escritor, actor y director de cine y teatro...
La obra de Ramón Vinyes, puesta en escena en la Sala Pequeña del Teatre Nacional de Catalunya, con dramaturgia y dirección de Ramón Simó, ha sido Ball de titelles (Baile de títeres), en la piel de diecinueve intérpretes que dan vida a los veintiséis personajes que se cuentan en el programa de mano. Algo que, en estos tiempos, un teatro privado tal vez no se atrevería a asumir pero que, con buen criterio, acoge un centro nacional. Muchos dirían que es lo que le corresponde. Fechada en 1936, la obra está ambientada en un pueblo de montaña en la época de la segunda república. Y la anécdota, casi en un ambiente de realismo mágico, es una cruda metáfora, duramente crítica con el poder de todo tipo: económico, religioso, político (de cualquier color), cuyasfuerzas y recursos están al servicio únicamente de ese poder y quien lo detenta.
La fábula, sorpresiva, es la siguiente: en la noche de Navidad, mientras las "fuerzas vivas" del pueblo se reúnen en el burdel de La Remei, un joven alado es derribado por un tiro del guardabosque y llevado herido a la casa. ¿Quién es ese joven: un ángel, un espíritu maligno, un ser de otro planeta...? Ante la incógnita, que él no sabe desvelar, todos los "poderes" se esfuerzan por atraerlo, para manipularlo en su provecho. Incluso el poder del amor, en parte real y en parte fingido. Ante ese ser diferente que incomoda a todos, todos se empeñaran en que pierda sus alas.
La obra de Albert Espinosa se mantiene dentro de su estilo directo, emotivo y previsible. Els postres tigres beuen llet (Nuestros tigres beben leche), se representa en la Sala Grande del mismo TNC, con dirección del propio autor, que también asume un papel en la obra.
No es una obra fácil de resumir: es obra de vida-amor-muerte, de derrota y superación, de inmadurez y crecimiento..., el poema de dónde ha salido el título es de la polaca Wislawa Szymborska y dice: "Somos muy amables los unos con los otros,/decimos que es bonito encontrarse después de tantos años./Nuestros tigres beben leche./ Nuestros halcones van a pie./Nuestros tiburones se ahogan en el agua./Nuestros lobos bostezan ante una jaula abierta". Es, para el autor, una constatación de la pérdida de roles propios y de la desorientación de estos tiempos. Es también "un homenaje al cine, a los recuerdos, a la familia y al futbol"; la obra empieza y termina con un alborotado partido de futbol. Y la mayoría de los personajes (los hermanos) duplican su presencia como adolescentes y como adultos, y en una especie de pliegue mágico-espacial terminan entremezclándose.
Sin embargo, para mí, lo más importante fue ver la sala llena de jóvenes, adolescentes. Es verdad que Espinosa tiene su público y no a todos les seduce su estilo, pero llevar al teatro a ese público juvenil es ya una gran tarea. Por ello espero que su trayectoria vital y artística sea larga.©
María Jeús Ramos
Colaboradora de la revista Crítica - Teatro -.

¿Hay alternativas a la crisis?
La compleja situación actual de crisis y las posibles alternativas para superarla ocupará el monográfico de nuestro número 983, en el que habrá importantes firmas que tratarán este tema desde distintas perspectivas. A parte de un análisis de la situación, se recoge una mirada hacia el futuro.
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