
La sociedad no quiere ser anónima

Las profundas reformas que se están llevando a cabo en España demuestran que la crisis que vivimos es un proceso de transformación de gran calado. Y sólo podremos dar respuestas eficaces a lo que nos preocupa si partimos de un diagnóstico lo más acertado posible de sus causas, no sólo de las más inmediatas sino de las estructurales, es decir, de las que tienen relación con los procesos socioeconómicos y culturales más profundos y que, precisamente por ello, suelen quedar más ocultos al análisis necesario para poner en marcha soluciones. Por eso, comienzo este editorial recomendando a nuestros lectores repasar el número de Crítica titulado Una España empobrecida1. El número que tiene entre sus manos es continuación de aquél, pero habiendo dado un paso más: ofrecer desde diferentes perspectivas las posibilidades que se van perfilando como alternativas a un sistema que ya no sirve si queremos evitar que esta crisis ponga en peligro definitivamente el futuro de la humanidad y del planeta entero.
Según Juan Torres López2, desde los años setenta hasta ahora hemos vivido alrededor de 130 crisis. Lo novedoso de ésta en la que nos encontramos es la inestabilidad financiera –algo que no había sucedido en los treinta años precedentes– y que su magnitud y extensión afectan a todo el planeta. Por lo tanto, es preciso ser conscientes de que nos enfrentamos a una crisis más profunda, compleja y duradera de lo que el discurso político, económico y de los medios de comunicación nos permiten vislumbrar. Estamos ante una crisis que es al mismo tiempo económica, financiera, laboral, social, política, ecológica, climática, energética, alimentaria, democrática, institucional, ética, existencial, etc. Estamos viviendo una época de crisis múltiples que se superponen las unas a las otras y se refuerzan mutuamente, hasta tal punto, que hablamos de una crisis sistémica, es decir que afecta al conjunto del sistema socioeconómico y cultural vigente, e incluso una crisis de valores y de civilización. En esta ocasión, no nos encontramos en un interludio que restaurará a golpe de sacrificio el mundo que conocíamos antes. Se está configurando un nuevo modelo social, ante la mirada atónita de una ciudadanía condenada a padecer pasiva y anónimamente las consecuencias de un empobrecimiento progresivo, una sociedad ninguneada a la que no se le otorga más protagonismo que ser convidada de piedra, pero en la que poco a poco va arraigando una ola de indignación que le permite tomar conciencia de que el futuro del ser humano depende cada vez más de sus propias decisiones.
Esta crisis ha puesto también de manifiesto los perniciosos efectos económicos de un capitalismo globalizado, financiado y sostenido por la ideología neoliberal. Debemos poner punto final a la idolatría del mercado, especialmente del financiero, que ha propiciado la concentración de riqueza en unos pocos. Punto final a un capitalismo derrochador e injusto, generador de inseguridad, desigualdad extrema y explotación manifiesta. Punto final a un sistema que esquilma el planeta y sus recursos tras la búsqueda de una abundancia de mercancías que disfrutarán, una vez más, sólo unos pocos. Punto final a esta dinámica despilfarradora que sirve de justificación a los políticos para la aplicación de mecanismos de ajuste que llaman "austeridad necesaria". Punto final a un sistema neoliberal cuya degradación moral es repugnante, cuyas motivaciones primeras son la codicia, el individualismo y la competitividad. Siendo la codicia la primera fuente de corrupción (malversación, prevaricación y cohecho...), inseguridad y miedo. Punto final al daño humano que todo esto genera: sólo el de-sempleo multiplica por siete el riesgo de padecer una enfermedad mental. La precariedad, el desempleo, la desprotección social y la pérdida de derechos laborales, duramente conquistados en décadas anteriores, acentúan y agudizan la sensación de inferioridad, humillación, fracaso, exclusión, soledad, auto-desprecio y desesperanza.
Las dificultades parecen insuperables. ¿En qué dirección caminar para imprimir a la historia el cambio de rumbo que necesita? Ante la realidad mundial que vivimos sólo caben dos posturas: la de aquellos que al contemplarla se preguntan "¿Por qué?". Y la de aquellos que ante la misma visión se preguntan "¿por qué no?". Elijamos una. ©
1. Una España empobrecida, revista Crítica, número 975, septiembre-octubre de 2011.
2. Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga (España).
Manuela Aguilera
Directora de la revista Crítica

¿Hay alternativas a la crisis?
La compleja situación actual de crisis y las posibles alternativas para superarla ocupará el monográfico de nuestro número 983, en el que habrá importantes firmas que tratarán este tema desde distintas perspectivas. A parte de un análisis de la situación, se recoge una mirada hacia el futuro.
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